El sonido de un relámpago toca la fibra más primitiva y ancestral de nuestro cerebro. Por alguna extraña razón, escuchar el sonido de esas enormes descargas eléctricas nos estremece, nos petrifica y a la vez a muchos nos gusta…
Sorprendentemente, unos investigadores se plantearon el reto de controlar descargas eléctricas para convertirlas en música modificando la bobina que Nikola Tesla inventó en el siglo XIX y conseguir así un instrumento sonoro espectacular.